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Nuestra historia

¿Quienes somos?

Nuestras raíces

Fundada en Aibonito, Puerto Rico para los años 40’s por Robert D. Ehret, quien oriundo de Indiana, llega a la isla como Servidor Público Civil por objetor de conciencia.

Sus profundas raíces cristianas de denominación Menonita le impedían ir al frente de guerra, pero no así servir a su prójimo desde otros frentes.  Es en Aibonito donde Bob, como le gustaba le dijeran, conoce a su esposa Elta y con sus conocimientos en ciencias mortuarias y embalsamamiento, provenientes de la experiencia de su familia con funerarias y estudios en el tema, ve la necesidad y funda la funeraria. En aquel momento en Puerto Rico no estaban familiarizados con el proceso de embalsamamiento y es él quien trae el concepto, logrando que las familias pudiesen velar por mayor tiempo y de forma honorable a sus seres queridos.

Ya para los años 60’s teniendo muchos clientes en el área de San Juan, decide establecerse en el área de Hato Rey, donde también ayudó a la comunidad con servicio de ambulancia y alquiler de equipo médico.  Robert D. Ehret fue un hombre reconocido siempre en la comunidad como una persona humanitaria que le gustaba servir y ayudar a su prójimo.

Actualmente, Ehret se encuentra en el área de Río Piedras en San Juan, donde desde sus cómodas instalaciones, sus empleados continúan el legado de su fundador, brindar atención desde las bases del amor y servicio a la humanidad.

Nuestro compromiso comunitario

El legado por parte de nuestros fundadores, Robert y Elta Ehret, nos ha permitido durante años poder brindar un poco de lo que recibimos a nuestra comunidad, particularmente a los sectores de mayor necesidad en ella.

En Ehret llevamos muy arraigado nuestro compromiso con la comunidad a la que servimos y con nuestro ambiente.


siembra un arbol

Honrando nuestra comunidad y nuestro planeta

Buscamos lo mejor para nuestra comunidad, nuestra alianza con Batesville, hace posible que a través de una compra de un producto cualificado de la empresa manufacturera de ataudes, se siembre un árbol en nombre de ese familiar fallecido, honrando su vida y permitiendo devolver a la madre tierra parte del material utilizado, y a su vez ayudar en la reforestación de nuestro planeta.